Durante muchos siglos se ha buscado la fórmula casi mágica que permitiera a los ciegos recobrar la vista. Esta inmemorial búsqueda de luz ha dado en estos días un salto de gigante de la mano de la multinacional Second Sight y el desarrollo de su implante Argus II.
La ciencia lleva desarrollando y mejorando ojos biónicos desde principios de este siglo. Mencionar que hace ya cinco años, en 2007, científicos del Instituto Doheny Eye, de la Universidad de Southern California consiguieron devolver la vista a 6 pacientes con ceguera causada por retinitis pigmentosa mediante el primer prototipo de estos implantes Argus con una resolución de 16 pixels.
En estos últimos años los investigadores no han perdido tiempo y el nuevo Argus II cuenta ya con una antena instalada detrás del globo ocular y conectada a la retina con 60 electrodos que reciben señales visuales desde dos nano cámaras que finalmente el cerebro interpreta y convierte en imágenes de 60 pixels.
A día de hoy ya es posible “instalar” este hardware visual para personas invidentes (total o parcialmente) cuya ceguera se deba a la retina. Los primeros ojos biónicos ya están disponibles en Europa mediante una operación que solo dura 4 horas.
Es sin duda un enorme adelanto que próximamente culminará con el ojo biónico más avanzado hasta el momento y que dotará a los invidentes de una visión en blanco y negro con nada más y nada menos que 576 pixels de definición.
Se trata de Bio-Retina, el proyecto de Nanoretina más ambicioso que existe hasta el momento puesto que contará con 576 electrodos implantados directamente en la retina del paciente y cuyos ensayos comenzarán en apenas un año.
La cuestión aún por resolver es cómo se tomará la sociedad en general este avance biónico. Toda tecnología pujante ha experimentado históricamente un recelo por parte de muchos sectores que, recordando la teoría del Uncanny Valley o valle inquietante, sienten un rechazo casi visceral por este tipo de implantes biónicos.
Buen ejemplo de la difícil aceptación que estas nuevas tecnologías acopladas lo hemos vivido estas semanas en la persona de Steve Mann.
El creador de las Google Glass desarrolla su trabajo en la Facultad de Ingeniería eléctrica y computacional de la Universidad de Toronto y es célebre por ser el artífice de las “google glass”. Sus investigaciones se remontan a principios de la década de los años 90 y desde entonces ha sido su propio “conejillo de indias” probando todos sus prototipos en él mismo.
La semana pasada denunciaba en su blog una supuesta agresión por parte de tres empleados de McDonalds de París que lo echaron del establecimiento a causa de las gafas que Mann utiliza (con la correspondiente autorización y prescripción médica) y que están acopladas en su cráneo.
Algo más de aceptación ha conseguido el “corredor biónico” Oscar Pistorius que podrá participar en los ya inminentes Juegos Olímpicos de Londres gracias a que la Asociación Internacional de Asociaciones de Atletismo finalmente le permitió correr sin restricciones en el relevo 4X400.
Nos encaminamos a un futuro cercano en el que estos implantes electrónicos supondrán la solución a muchos de los grandes lastres físicos que los seres humanos hemos arrastrado durante siglos. El adaptarnos a ellos y tratar con respeto a quienes los llevan es también fundamental ante sectores rancios y anticuados que aún consideran que el avance desnaturaliza en lugar de ayudar.
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