Unos astrobiólogos han reproducido las condiciones de la superficie de Europa y descubrieron que algunos extremófilos sobreviven en ellas.
Hace un par de semanas, nos fijamos en un estudio que indica que la el material eyectado desde la Tierra es más probable que termine en el sistema de Júpiter que en Marte, al menos en algunos escenarios. Esto plantea la posibilidad de que la vida de la Tierra podría haberse abierto camino a lugares como la luna Europa de Júpiter, que los astrónomos creen que tiene un océano de agua salada bajo su corteza de hielo.
Pero esto sólo sería posible si las bacterias terrestres pueden sobrevivir al intenso vacío y radiación del espacio interplanetario. Los astrobiólogos han estudiado la manera en que muchas criaturas sobreviven a las condiciones espaciales. Han observado bacterias, hongos, virus e incluso biomoléculas como el ADN. Algunas criaturas afortunadas incluso han sobrevivido al viaje de ida y vuelta a la Luna.
Pero en estas pruebas se ha pasado, en gran parte, por alto una rama de la vida – la arquea. Esto es sorprendente, ya que estas criaturas bacterianas a menudo medran en condiciones extremas en la Tierra.
Hoy, Ximena Abrevaya de la Universidad de Buenos Aires en Argentina y unos colegas quieren en cierta medida remediar esta situación. Estos chicos crearon un vacío similar al que existe en la superficie de Europa. A continuación, colocaron tres organismos en él: las arqueas amantes de entornos salinos Natrialba magadii y Haloferax volcanii y la bacteria resistente a la radiación Deinococcus radiodurans.
Luego bombardearon a estas criaturas con niveles de radiación ultravioleta que podrían darse en la superficie de Europa y esperaron a ver qué pasaba. Ninguna de las Haloferax volcanii sobrevivió. Sin embargo, sí lo hicieron pequeñas cantidades tanto de Natrialba magadii como de Deinococcus radiodurans.
Esto es interesante porque el Deinococcus radiodurans es bien conocido por ser uno de los organismos más resistentes del planeta. Numerosos experimentos han demostrado que puede sobrevivir a niveles de radiación, vacío, acidez, frío y deshidratación que matarían a casi todo lo demás.
Por esa razón, Deinococcus radiodurans siempre ha sido un candidato para la siembra de vida en otros lugares del Sistema Solar.
Pero ahora parece que fuese a tener una compañera de viaje en la Natrialba magadii, un organismo aislado en las aguas saladas del Lago Magadi en Kenia apenas en 1984.
Antes de emocionarse demasiado, sin embargo, es importante señalar que estos experimentos tienen una debilidad: las pruebas sólo duraron tres horas.
Eso no es mucho en comparación con los tiempos de viaje interplanetario: Las eyecciones desde la Tierra necesitan decenas de miles de años para llegar a otros cuerpos. Sin embargo, el viaje en una nave espacial desde la Tierra sería mucho más corto, apenas unos años.
Por lo que si el experimento de Abrevaya y compañía nos dice algo, es la importancia de la esterilización de la nave antes de salir de aquí.
Es muy posible que en estos momentos, pequeñas colonias de Deinococcus radiodurans y Natrialba magadii están floreciendo bajo el débil Sol y frío viento alrededor de las Viking 1 y 2.
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