33 metros de altura para un obelisco imposible… Según la tradición, para erigirlo fueron utilizados los poderes secretos del Arca de la Alianza.
Axum está situada a 1.005 kilómetros de la capital etíope, Dais Abeba. Ahí anidan los mayores enigmas de este singular país, del que sabemos que es cuna y residencia de la necesidad y la hambruna, al tiempo que fue la casa en la que moraron algunos de nuestros más lejanos antepasados. Respecto a Axum, conviene recordar que fue una gran capital de la antigüedad. Allí, hace más de dos mil quinientos años, los monarcas eran coronados y recibían el título de “rey de reyes”.
Y es allí donde se encuentra el obelisco más grande jamás construido por el hombre. Casi olvidado, hoy yace tumbado, pero en tiempos fue una colosal mole que apuntaba a las estrellas. Mide 33 metros de altura y pesa nada menos que 500 toneladas. Su presencia, cuando estaba erguido, debía ser imponente. Estaba tallado de una sola pieza y, claro, cabe preguntarse cómo lo levantaron y llevaron hasta allí.
Sabemos que hubo siete monolitos de estas características en Axum. Uno de ellos, también gigantesco, medía 24 metros de altura; fue llevado, robado dicen algunos, a Roma (Italia) en 1935. Afortunadamente, el mayor de ellos –al que me refiero, con sus 33 metros de altura- sigue ahí. Está trabajado para que quienes lo vieran en tiempos remotos creyeran encontrarse ante un edificio de ventanas de 13 pisos de altura, lo que en aquellas lejanas eras debía ser un espectáculo soberbio.
Nadie sabe a ciencia cierta qué significado tenía. Quizá la mejor pista al respecto la puede ofrecer una falsa puerta tallada en piedra que se observa en la base del monolito. Probablemente, se trataba de un símbolo mediante el cual se quería transmitir que el obelisco conducía a las alturas… ¡a las estrellas!
Axum es un impresionante enclave cargado de historia y misterio. Allí vivía la reina de Saba, cuyo hijo Menelik fue fruto de su relación con el rey Salomón. Y es aquí donde topamos con otro enigma , el del Arca de la Alianza, una reliquia aún hoy buscada que Menelik trajo desde Jerusalén a esta urbe de pasado glorioso.
Según Gloria de Reyes, el libro sagrado de los etíopes, el Arca fue llevada hasta Axum de un modo más que peculiar. Narra esta obra que carros y animales se desplazaron por el aire a poca altura sobre la superficie con la reliquia a bordo. Tras el primer día de viaje, la comitiva que conducía el Arca se encontraba ya en Gaza. Sin embargo, para desplazarse a pie desde una ciudad a otra se requerían trece días de viaje. Pero gracias a las facultades volantes de las que hicieron gala los hombres de Menelik, sólo tardaron veinticuatro horas en cubrir aquella distancia.
Tras la singladura, el Arca llego a Axum. Y ahí permanecería hoy, oculta y a buen recaudo por los responsables de la iglesia de Santa María de Sión, que simboliza la fe de todos los templos ortodoxos etíopes, que son nada menos que 20.000. Todos ellos cuentan con una réplica del objeto que contenía las Tablas de la Ley y al que se le considera dotado de capacidades más de lo comprensible.
Y es aquí donde el Arca y el obelisco se adentran por la misma senda. La leyenda dice que el cofre fantástico era capaz de provocar la alteración de la materia, de allanar montañas, detener ríos e, incluso, asolar ciudades enteras. Tanto es así, que no pocos han pensado que se trataba de un artefacto dotado de mecanismo tecnológicos, que fue entregado a los hombres por un supertecnificado dios Yavé, que bajo esta perspectiva podría identificarse con un ser de otro mundo
Como he contado anteriormente, nadie sabe aún cómo fue tallado, trasladado y puesto en pie el obelisco de Axum. Pues bien, en torno a las fantásticas ruinas etíopes se han erguido mitos y leyendas. Para algunos, fundamentadas, en el sentido de que explican algunas incógnitas. Y es que según las tradiciones aksumitas, los poderes del Arca fueron de los que se sirvieron los antiguos etíopes para dar forma a este imponente obelisco.
El ya casi mítico investigador Grahan Hanconk ha viajado a Etiopía en numerosas ocasiones. Allí ha encontrado pruebas que en su opinión respaldan la realidad sobre los testimonios que ubican el Arca en la región. Ahí mantuvo una inquietante conversación con uno de sus guardianes.
“¿Ha visto las estelas?”, le preguntó el guardián.
“Sí, las he visto”, respondió el investigador británico.
“¿Y cómo cree que fueron levantadas?, añadió el etíope.
- Hancock, entonces, se encogió de hombros y su confidente le reveló lo siguiente:
“Utilizaron el Arca”, dijo, para ser más explícito a continuación:
“El Arca y el fuego celestial. Los hombres, solos, nunca hubieran construido algo
así”.
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