lunes, 9 de julio de 2012

Libros clásicos, bellos y controvertidos que cambiaron para siempre la ciencia


Sin el trabajo de gigantes intelectuales como Einstein, Newton o Darwin, todavía podríamos estar en la Edad Media. Pero ¿cuántos científicos siguen leyendo los textos polvorientos donde estas luminarias expusieron primero sus teorías? Gracias a Internet, ya no tenemos que ir a la caza de estos tomos amarillentos en alguna vetusta biblioteca. Esta es la historia de 9 publicaciones famosas que giran en torno al mundo científico.
Contrariamente a lo que tu perro puede pensar, tú no eres el centro del universo. Copérnico, hijo de un comerciante polaco, descubrió que el sol está en el centro de nuestro sistema solar, se llamó el modelo heliocéntrico, y revocó la comúnmente aceptado modelo centrado en la Tierra, introducido por Ptolomeo en el siglo segundo de nuestra era.
Copérnico esperó a estar en el lecho de su muerte, en 1543, para publicar su obra, De Revolutionibus Orbium Coelestium (Sobre el movimiento de las esferas celestes), fue escrita en latín.
No causó un gran revuelo hasta que Galileo se hizo cargo del asunto un siglo después.
Pocas personas se tomaron en serio a Copérnico cuando afirmó que la Tierra orbitaba en un sistema solar heliocéntrico, hasta que Galileo volvió a visitar esta idea en 1632, y publicó su “Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo“.
Él escribió su tratado, en italiano, como un diálogo entre tres personajes: un académico llamado Salviati, que defiendía la opinión de Copérnico, un filósofo llamado Simplicio que creía que el sol gira alrededor de la Tierra, y un laico inteligente llamado Sagredo, que mantenía una posición neutral.
Al concluir el Diálogo, el personaje de Simplicio admite que “Mi mente siente una gran repugnancia por todo esto”, y al parecer, la Iglesia Católica sentía lo mismo. Galileo pudo constatarlo ante la Inquisición romana, que lo declaró culpable de herejía, obligándole a retractarse de sus puntos de vista. Su “Diálogo” fue prohibido, y vivió bajo arresto domiciliario hasta su muerte, pero su contribución a la ciencia trascendió más allá de su vida y su época.
Isaac Newton fue, inequívocamente, una estrella del rock científica. Él describió la gravitación universal y la mayor parte de la mecánica clásica, y comparte créditos con Gottfried Leibnizen cuanto al desarrollo del cálculo diferencial e integral.
Su obra cumbre fue “Philosophiae Naturalis Principia Mathematica” (Principios matemáticos de filosofía natural”. Conocido más comúnmente como los “Principia”, una obra en tres volúmenes publicada en 1687.
Los Principia sentaron las bases para una gran parte de la física que le siguió. A pesar de que ahora sabemos que la física newtoniana no describe con precisión el mundo cuántico, sigue siendo perfectamente pertinente para describir el movimiento a escala que podríamos decir cotidiana.
Charles Darwin tuvo una formación como médico y pastor, antes de unirse al viaje que lo llevaría a su famosa teoría de la evolución por la selección natural. Su libro de 1859, “On the Origin of Species by Means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life” se basa enteramente en la biología evolutiva.
Comúnmente denominada la “supervivencia del más apto”, la teoría de la selección natural afirma que todas las especies luchan por la vida en un entorno de recursos limitados, y debido a las diferencias hereditarias entre los individuos, quienes tienen más probabilidades de sobrevivir y reproducirse pasarán sus rasgos a las generaciones sucesivas. El concepto explica cómo las nuevas especies evolucionan a partir de un ancestro común.
Micrographia“, de Robert Hooke, (1665)
La “Micrographia” de Robert Hooke explora sus exquisitas observaciones de la vida bajo el microscopio. Fue la primera publicación de la Royal Society, y la primera en utilizar el término “célula” en la biología.
Escrito en 1665, el libro contiene grabados en cobre elaborados por Hooke, incluyendo una vista cercana de una pulga (imagen) y de otros insectos.
La obra de Hooke es una mezcla de ciencia y estética, debido a su descripción casi poética de los animales, y abrió el vasto mundo de la vida invisible a la vista normal.
Anatomía de Grey“, de Henry Gray, (1858)
Aunque usted lo pueda conocer por su programación televisiva, “Anatomía de Gray” fue y sigue siendo un libro de medicina fundamental. Han habido muchas versiones, pero el original, titulado “Anatomía Descriptiva y Quirúrgica“, fue escrita por el anatomista y cirujano inglés Henry Gray en 1858.
“Fue la primera vez que alguien se sentó a elaborar concienzudamente un atlas integral del cuerpo humano”, dijo la estudiante de medicina Lujia Zhang, que estudia en la UCLA y en la Universidad Charles Drew. “Incluso ahora mismo, es mucho más detallado que la mayoría de los libros de anatomía.”
El artista anatómico, Henry Vandyke Carter, suministró las ilustraciones del libro en tanto Gray lo asistía con disecciones. Lamentablemente, Gray murió de viruela a los 34 años, tan sólo tres años después de su publicación. El libro pronto se convirtió en el estándar de referencia para la anatomía.
A Lavoisier se le llama “el padre de la química moderna”. Su “Traité élémentaire de Chimie” (Elementos de Química), publicado en 1789, sintetiza lo más importante de su obra.
“El libro de Lavoisier fue un tratado elemental de química, sin embargo, transformó la ciencia”, decía el químico historiador Alan Rocke, de la Case Western Reserve University. “En este libro, por primera vez se definía correctamente lo que es un elemento químico”.
Lavoisier demostró el principio de conservación de la masa aplicado a la química, y desacreditó la teoría que afirmaba que los materiales que se quemaban liberaban una sustancia llamada “flogisto“. Explicó cómo se producía la combustión, la respiración de los animales y el oxígeno que requiere la oxidación.
En el prefacio de su libro, Lavoisier explica cómo empezó, en un intento de reformar la nomenclatura química. El hecho de convertirse en una obra fundamental ocurrió aparentemente por accidente: “Mi trabajo se ha ido transformando poco a poco, sin que yo pudiera evitarlo, en un tratado sobre los elementos de la química”, escribe Lavoisier.
¿Recuerda la tabla periódica de la escuela secundaria? El químico ruso, Dmitri Mendeléyev, fue quien creó la primera versión de esa tabla, y lo utilizó para predecir las propiedades de los elementos que aún no habían sido descubiertos.
Mendeléyev desarrolló la tabla periódica al escribir un libro en dos tomos llamado “Principios de Química“, publicados entre 1868 y 1870. Se basaba en las propiedades similares, agrupaba los 63 elementos conocidos en familias, como los halógenos, los metales alcalinos y las tierras alcalinas. Dispuso los elementos horizontalmente por sus pesos atómicos y, verticalmente, por familias, para crear la tabla periódica.
Su trabajo no fue reconocido ampliamente hasta que algunos de los elementos que predijo fueron descubiertos.
El físico escocés, James Clerk Maxwell, compiló sus teorías en un “Tratado sobre Electricidad y Magnetismo“, publicado en 1873.
El Tratado de Maxwell demostró que la electricidad y el magnetismo eran en realidad una sola fuerza que gobierna las interacciones entre las cargas positivas y las negativas. Él explicó cómo las cargas eléctricas opuestas se atraen, y las iguales se repelen, con una fuerza inversamente proporcional al cuadrado de su distancia. Demostró que los imanes se comportan de manera similar, y que siempre tienen un polo norte y otro sur. También demostró que la corriente en un cable eléctrico genera un campo magnético alrededor del alambre, y si un alambre se mueve dentro de un campo magnético, comienza a fluir una corriente eléctrica en él.

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