A menudo se habla de “la curva de la felicidad” para nombrar a esa barriguita que va asomando cuando un adulto alcanza la estabilidad laboral y sentimental. Ahora, un estudio sugiere que la protuberancia, más que al bienestar, se debe a los cambios en la alimentación y los hábitos deportivos provocados por la vida en pareja.
Los autores del trabajo han demostrado además que las costumbres que una persona adopta mientras convive con su compañero sentimental influyen más en su peso que todas las rutinas familiares de la infancia y la adolescencia (incluidos los postres maternos).
Según explican en el artículo, recogido en ‘PLOS Genetics’, unos hábitos inadecuados aumentan el riesgo de desarrollar obesidad o sobrepeso cuando vives en pareja.
“Aunque la genética marca en gran parte las diferencias de complexión entre individuos, nuestro estudio revela que el ambiente que compartes con tu pareja durante la madurez también influye en el peso, más que tu educación familiar”, ha señalado Chris Haley, líder de la investigación.
Para llegar a estas conclusiones los científicos han analizado los datos de salud de 20.000 personas, entre los que se incluían la presión sanguínea, la proporción de grasa y el índice de masa corporal, comparando la genética familiar, los hábitos durante la infancia, la adolescencia y la edad adulta de todos los participantes.
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