viernes, 13 de junio de 2014

Hallado fragmento de cuerda de hace 30.000 años en la Cueva de Ardales (Málaga)


LOS INVESTIGADORES CONSTATAN TAMBIÉN QUE FUE HABITADA MUCHO ANTES DE LO QUE SE PENSABA. 
La cueva, ampliamente conocida por sus pinturas paleolíticas datadas hace 30.000 años, ofrece ahora esta nueva sorpresa que estuvo a la vista todo el tiempo.
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Los investigadores de la Cueva de Ardales aún no salen de su asombro. Han pasado centenares de veces por la entrada y han analizado desde todos los puntos de vista las manos negativas paleolíticas, una silueta con 30.000 años de antigüedad que es uno de los motivos gráficos más antiguos realizado por los seres humanos y que solo se ha encontrado en 28 de los más de 360 yacimientos rupestres paleolíticos existentes en Europa. Sin embargo, el pasado mes de febrero, en una nueva revisión, encontraron en la parte alta de una estalagmita lo que parecía un trozo de cuerda de esparto trenzada y que se encontraba completamente petrificada.
Los investigadores la catalogaron en el acto, dos técnicos del Instituto Geológico y Minero de Madrid fueron a Ardales para comprobarlo y validarlo, y se le ha aplicado la prueba del carbono 14 en la Universidad de Colonia (Alemania) para comprobar que, efectivamente, era prehistórica, siendo el resultado positivo. La cuerda encontrada tiene unos 30.000 años.
“Nuestra primera reacción fue de sorpresa. Todos hemos pasado muchas veces por esa zona para ver las manos, pero la cuerda estaba detrás. Es increíble“, comenta a este diario Pedro Cantalejo, uno de los investigadores y conservador de la cueva.
No es la primera vez que se halla una cuerda de este tipo. De hecho, hace años se encontró una en la sima de la Curra en Carratraca -muy próxima a Ardales- en un enterramiento neolítico y hay más casos en España. El más llamativo es el de la Cueva de los Murciélagos, situado en Albuñol (Granada), donde además de la cordelería prehistórica se encontraron alpargatas y hasta pequeñas mochilas de esparto. Lo singular del descubrimiento en Ardales es que es la primera vez que se ve una cuerda cuyo único fin, a priori, era subir y bajar de una estalagmita para ir a pintar o para contemplar las pinturas realizadas con anterioridad. La cuerda está atada en la parte alta de una estalagmita muy ancha a unos cuatro metros de altura y tiene varias ramificaciones, estando el anclaje en una pequeña.
Una vez solucionado el problema para subir o bajar de la estalagmita, había que tener la suficiente luz para poder realizar las pinturas y ése ha sido otro de los campos que se han investigado. Junto a la cuerda, los expertos han encontrado cuatro lámparas sobre estalagmitas fracturadas y en el resto de la cueva se han descubierto otra decena de lámparas fijas, así como otras portátiles abandonadas tras su uso. Para generar fuego y luz, los prehistóricos utilizaban distintos materiales. Los arqueólogos han visto que en esas lámparas se conservan restos de combustibles orgánicos como grasa del tuétano de los huesos o cera virgen de abeja.
Descubrir esa cuerda y las lámparas ha sido un hito significativo para los historiadores, pero no ha sido el único. Hasta ahora, los expertos pensaban que la Cueva de Ardales tenía unos 30.000 años de antigüedad. Sin embargo, los últimos estudios realizados demuestran que se habían quedado cortos porque ya había sido utilizada por los neandertales como refugio hace 50.000 años.
Se han hallado e investigado sedimentos arqueológicos con pólenes, carbones, huesos de personas y animales, herramientas fabricadas en sílex, pigmentos, arte rupestre y los mencionados elementos de iluminación. Además, se ha realizado una topografía científica del exterior e interior de la cueva, incluyendo el uso de georradar y sondeos geoarqueológicos, que han permitido comprobar que la boca de entrada a la cueva era más grande de lo que se pensaba y permitía el paso de la luz hasta la conocida como Sala de las Estrellas, “algo que aprovecharon neandertales y sapiens sapiens para refugiarse de la multitud de animales peligrosos que existían en el entorno”, destacan los investigadores. Se han hallado huesos de animales que indican que nuestros antepasados comían cabras montesas, ciervos, caballos, conejos, aves o tortugas. También se han documentado huesos de un lince ibérico. “Siempre habíamos pensado que la Cueva de Ardales era un gran museo de la Prehistoria de hace 30.000 años pero ahora cambia toda la perspectiva”, narra Cantalejo de forma entusiasta.
Por otra parte, los investigadores han encontrado una zona dedicada al procesado de pigmentos, bajo un afloramiento de óxido de hierro entre dos estratos calizos. En ese taller, los artistas raspaban el óxido natural, pulverizándolo en un mortero y tostándolo. Con este procedimiento, obtenían un pigmento rojo indeleble que se mezclaba con agua para aplicarlo con pinceles o, simplemente, se manchaban los dedos y dibujaban con ellos en las paredes húmedas de la cueva.
Todos estos descubrimientos se deben al trabajo realizado por 34 investigadores a lo largo de los últimos años. El equipo está coordinado por José Ramos, catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cádiz y uno de los mayores expertos en esta materia, y Gerd Christian Weniger, profesor y director del Neanderthal Museum de Alemania. A ellos hay que sumarles otros 32 especialistas procedentes de las universidades de Cádiz, Málaga, Granada, Alcalá de Henares, Burgos, Rovira i Virgili, UNED, Colonia y Aachen, así como instituciones investigadoras como el Neanderthal Museum, el Instituto Geológico y Minero de España, el Museo de Villamartín y los investigadores malagueños vinculados a la Cueva de Ardales y al ayuntamiento de esta localidad malagueña.
Los resultados de estas investigaciones acaban de ser publicados en un libro y las conclusiones han sido remitidas a la Consejería de Educación, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía.
El objetivo ahora es solicitar al gobierno regional fondos para otro proyecto de investigación en el que se marquen nuevos retos y zonas de estudio de la cueva. Los investigadores quieren regresar en otoño o invierno, aunque aún no hay nada fijado. En sus cavidades se esconden aún muchos secretos que nos arrojarán más luz sobre cómo vivían los seres humanos hace sólo 50.000 años.

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