Un largo y meticuloso análisis sobre colonias de bacterias que durante unos experimentos crecieron en ingravidez a bordo del transbordador espacial Atlantis corrobora que se comportaron de un modo nunca observado en la Tierra.
Esta investigación aporta datos importantes sobre el efecto de los vuelos espaciales en la conducta de comunidades de bacterias, y representa un paso clave hacia el objetivo de reducir los riesgos a los que los astronautas se pueden ver expuestos durante misiones espaciales de larga duración por culpa de conductas impredecibles en las bacterias que inevitablemente les acaban acompañando a bordo.
Los experimentos de crecimiento bacteriano en ingravidez, preparados por el equipo de Cynthia Collins, del Instituto Politécnico Rensselaer, en Troy, Nueva York, Estados Unidos, se llevaron a cabo en dos vuelos espaciales del transbordador espacial Atlantis.
Muestras de bacterias Pseudomonas aeruginosa fueron cultivadas durante tres días. Las comunidades bacterianas que crecieron en el espacio formaron un tipo de estructura parecida a una columna con copa, o un dosel arbóreo, que nunca se había observado en la Tierra. Además, los biofilms que crecieron durante estos vuelos espaciales tuvieron un mayor número de células vivas, mayor biomasa, y un espesor mayor que los biofilms que se usaron como muestra de control para comparaciones y que crecieron bajo condiciones normales de gravedad.
Los biofilms o biopelículas son comunidades microbianas complejas, bastante comunes en la naturaleza. La mayoría de los biofilms, incluyendo aquellos que se encuentran en el cuerpo humano, no son peligrosos para la especie humana. Sin embargo, otros sí contribuyen de manera importante al desarrollo de ciertas enfermedades en el Ser Humano.
A la izquierda, biofilm de P. aeruginosa cultivado bajo condiciones normales de gravedad en la Tierra. A la derecha, biofilm de P. aeruginosa cultivado durante unvuelo espacial. (Imágenes: Instituto Politécnico Rensselaer)
Los biofilms crecieron de manera desenfrenada en la estación espacial Mir y continúan siendo un desafío en la Estación Espacial Internacional, pero todavía no sabemos ciertamente qué papel exacto desempeña la gravedad en su crecimiento y desarrollo”, matiza Collins, profesora en el Departamento de Ingeniería Química y Biológica en el Instituto Politécnico Rensselaer. La investigación completada por ella y sus colaboradores presenta las primeras evidencias de que los vuelos espaciales afectan a la conducta de las bacterias como comunidad, y subraya la importancia de conocer cómo las interacciones entre humanos y microbios, tanto las dañinas como las beneficiosas, pueden verse alteradas durante vuelos espaciales.
En la investigación también han trabajado Jonathan Dordick, Joel Plawsky, Woo Seong Kim, Jasmine Shong, Nicholas Marchand, Ravi Pangule, Zachary Young, Hon Chan t Farah Tengra, del citado instituto, así como Macarena Parra de la compañía Lockheed Martin y que ha trabajado en estrecha colaboración con la NASA
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