La colosal bola de hierro ubicada en el centro de la Tierra no es tan sólida como se pensaba, según las conclusiones a las que se ha llegado en una nueva investigación.
Las autoras de este estudio, de la Universidad de Stanford en California, usaron una celda de yunque de diamante (un dispositivo que puede ejercer una presión enorme sobre muestras diminutas aprisionadas entre dos diamantes) para comprimir muestras de hierro puro a presiones de hasta 300 gigapascales (equivalente a 3 millones de veces la presión del aire a nivel del mar), para recrear condiciones existentes en el centro de la Tierra.
Anteriormente se habían realizado estudios experimentales del mismo tipo y condición, pero sólo con presiones del orden de los 10 gigapascales.
Llevando a cabo experimentos basados en esa recreación de las presiones inmensas de las profundidades del planeta, Arianna Gleason y Wendy Mao, ambas del Departamento de Ciencias Ambientales y Geológicas de la citada universidad, determinaron que la fortaleza del hierro en la parte más interna del núcleo de la Tierra es de sólo un 40 por ciento de lo estimado en estudios anteriores. “La fortaleza del hierro bajo estas presiones extremas es asombrosamente baja”, recalca Gleason.
Ésta es la primera vez que se consigue medir experimentalmente el efecto de una presión tan intensa, de 3 millones de veces la del aire a nivel del mar, en un laboratorio.
Arianna Gleason, a la izquierda, y Wendy Mao. (Foto: Benjamin Shaw / Cortesía de la Universidad de Stanford)
Además de presiones intensas, la parte más interna del núcleo también tiene temperaturas extremas. La frontera entre esa zona más interna y la más externa del núcleo tiene temperaturas comparables a las de la superficie del Sol. Todavía no es posible simular en un laboratorio esas temperaturas al mismo tiempo que las citadas presiones, aunque Gleason y Mao están trabajando en ello para futuros estudios. Para este, Gleason hizo extrapolaciones matemáticas de los datos de presión que obtuvo, a fin de tener en cuenta el efecto de la temperatura.
Los resultados de esta investigación podrían ayudar a refinar teorías sobre cómo evolucionaron la Tierra y su núcleo, y permitirán a la comunidad científica disponer de datos más realistas para experimentos e investigaciones sobre este último.
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