Aunque la “armadura” de moscas, saltamontes y otros insectos que son presas habituales de las arañas está hecha del mismo material que los colmillos de sus depredadoras de ocho patas, poco pueden hacer para defenderse de la mordedura de la araña cuando ésta logra hincar sus colmillos en sus cuerpos.
La naturaleza ha estado usando materiales reforzados con fibras durante mucho más tiempo del que lo ha estado haciendo la tecnología humana. El material de la cutícula, que conforma la armadura de los artrópodos, como por ejemplo arácnidos, insectos y crustáceos, está compuesto de una multitud de capas extremadamente finas de fibras de quitina. Las fibras se organizan de forma paralela a la superficie. Este material compuesto natural se adapta a su amplia gama de usos a través las grandes variaciones en la composición y forma de las diferentes partes del exoesqueleto. La configuración de las fibras y su composición proteica tienen una influencia crucial en las propiedades mecánicas del material.
Un equipo de investigadores del Instituto Max Planck de Coloides e Interfases en Potsdam, el Instituto Max Planck de Física de Microestructura en Halle, ambas instituciones en Alemania, así como la Universidad de Viena en Austria, ha descubierto que las fibras de quitina de los colmillos de una gran araña centroamericana están organizadas y rodeadas con proteínas de un modo que hace que el material sea particularmente rígido y por tanto capaz de perforar la armadura cuticular de su presa.
Una araña Cupiennius salei. (Foto: © R. Barth)
Gracias a la composición y estructura de sus materiales, los colmillos son agujas hipodérmicas reutilizables y optimizadas para inyectar veneno paralizante a su presa.
Los nuevos y reveladores datos sobre este material biológico obtenidos por el equipo de Yael Politi y Friedrich Barth podrían servir de inspiración para la optimización de diversos materiales artificiales.
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