miércoles, 27 de marzo de 2013

Fenómenos Extraños



Existen diversos casos de caidas de blooques de hielo gigante desde el cielo, entre los más resaltantes estan el hielo de 200 kg. que cayo en una hermosa noche estrellada en Londres, atravesó el techo de un garage y posteriormente destrozó el auto que se encontraba dentro, nadie supo explicar loque paso.
-El martes 5 de junio de 1979 un pedazo de hielo verduzco se estrello en la sala de una casa en Calgary, Canada.
-El 9 de Abril de 1971, en Tampico, Méxiico, cuando la sra. Sara Medrano dormía apaciblemente, un bloque de hielo de 50 kg. cayo en su cama a su lado después de atravesar el techo, esto casi la
condujo a la locura.
-El 27 de abril de 1872 cayó una lluvia de piedras sobre una casa de Bermondsdey Inglaterra hiriendo a varias personas.
-En 1921 se dió una rivalidad entre dos pueblos en diferentes continentes a causa de una lluvia de piedras, comenzando en Chico California, donde no se pudo saberque causaba tan extraño “bombardeo”, en una sesion se culpó del hecho a espiritus, mientras que en Nueva Escocia empezó a suceder lo mismo, una niño dijo ver a los espiritus cuando lanzaban las piedras, otros dijeron que venían del planeta Marte, incluso se culpó a Satanás por la falta de fé de los pobladores. Siguió por varios meses, hasta que legó una carta al sheriff Peck firmada como “El fanstasma” agradeciendo la atención que le dieron en el pueblo pero que debía marcharse, después de esto las lluvias cesaron.
-El 21 de octubre de 1638, una bola de fuego destrozo el muro de un campanario de una iglesia, hiriendo a 62 personas y matando a 4. Después de esto se expandió una espantosa fetidez en donde se pensó de la intervención del mismo Satanás.
-Durante los 80, durante 4 años llovieron granos de maiz sobre la población de Evans, Colorado.
-El 31 de marzo de 1977 cayó una lluvia de ranas y sapos en el estado de Ohio, lo mismo ocurrió en 1979 en el poblado soviético de Dargan-Atta.
-El 30 de Julio de 1838 cayeron del ciello ranas sobre la ciudad de Londres despues de una tormenta, ocurrio lo mismo en la misma ciudad en 1883.
-En mayo de 1984 en East Ham, Inglaterra cayeron una gran cantidad de peces en un suburbio, lo mismo ocurrió en una ciudad cercana llamada Canning Town. Mientras que en Dilhome llovieron conchas que solo se conocían en las Filipinas.
-El 10 de enero de 1877 en Memphis Tenesssee el New York times informó que cayeron del cielo miles de serpientes de entre 30 y 45 cms., por suerte no eran venenosas
-En 1578 cayeron pequeños ratones de color amarillo sobre Bergen, Noruega, sucediendo lo mismo al año sgte.
-En 1965 en Kentucky cayeron millares dee galletas segun el periódica St. Louis Dispatch.
-En marzo de 1888 cayeron numerosos ladrrillos sobre una escuela en presencia de 30 testigos e Madras, India.
-Estos son solo algunos casos de los cieentos reportados. Un hombre llamado Charles Fort ha investigado durante años estos casos y los publicó en un libro que contenia casi 300 casos.
Estos casos desconcertantes vale que sean contrastados con informes oficiales, los casos son tan desconcertantes que desafian a la lógica y proponen la posibilidad de fraudes o relatos producto de la imaginación de la gente. Lo extraño es que un buen número de eventos alternos han sido confirmados.
En el año 1800, en Seringapatam, en la India, se registraron (según la revista Nature del 1° de noviembre, anota Fort) una sucesión de lluvias de granizo. Durante una de ellas se encontraron dos piezas de hielo que tenían el tamaño de un elefante pequeño. Ese mismo año, informes del instituto Smithsoniano revelan que en los EE.UU cayeron piedras de hielo de 2 y 3 kg. de peso.
El 27 de febrero de 1877 en Penchloch, Alemania, cayó una espesa lluvia amarilla, color oro, cuya materia tenía 3 formas distintas: semejaban una flecha, un grano de café y un disco. No se encontraron trazas de polen y la sustancia despedía un fuerte olor animal. El análisis químico reveló la presencia de nitrógeno y amoníaco. Charles Fort – en su obra “El libro de los condenados” al hablar de esta lluvia – dice: “Tal vez fueran símbolos jeroglíficos de alguien que intentaba decirnos algo”.
El 14 de febrero de 1870, cayó en Génova, Italia según el profesor Beccardo, director del instituto Genovés de Física, citado por Fort, una sustancia amarilla que cubrió las calles, al punto de que era difícil caminar. Según se estimó, la cantidad de esta materia amarilla que cubrió Génova era de aproximadamente 100 mil toneladas.
El 30 de abril de 1887 se produjo una lluvia densa, ardiente, negra y pestilente. El mismo fenómeno se repitió el 9 de octubre de 1907 y el 2 de marzo de 1908. La “explicación” fue que se trataba de polvo de carbón que habría flotado en el aire desde las minas de Gales. Pero una lluvia similar se registró el 20 de enero de 1911 en Suiza y otra en el cabo de Buena Esperanza, el 5 de febrero de 1912. Según el reverendo James Rust una lluvia negra cayó en Slains, Escocia, el 14 de enero. Otra en Carluke, a 250 km. de Slains, el 1 de mayo. Y otros dos en este sitio el 20 de mayo de 1862 y el 21 de octubre de 1863. El informe químico identificó esta sustancia no como un producto volcánico o ceniza, sino como escoria de fundición. “Resulta imposible – dice Fort – imaginar que un producto artificial como es la escoria de hierro haya podido caer en tan grandes cantidades y en sitios tan distintos”. Y agrega un dato sorprendente: El 9 de noviembre de 1819 cayó una lluvia negra de escoria de metal sobre una vasta zona de Canadá. Esta lluvia fue acompañada de una sacudida sísmica y de una intensa oscuridad aunque era pleno día.
No sólo caen – según Fort – diversos colores desde el cielo. En ciertos momentos de la historia, y en los más variados lugares, se produjo la precipitación de sustancias realmente increíbles.
El 13 de agosto de 1819 en la ciudad de Amherst, en Massachusetts, un objeto misterioso, recubierto de una pelusilla como la que se encuentra en la fábrica de paños, se abatió contra el suelo. Separada la pelusa apareció una sustancia pulposa de color amarillento que despidiendo un olor muy nauseabundo, se volvió de color rojo vivo por el simple contacto con el aire.
En Londres, la tarde del 5 de mayo de 1848, cayó una lluvia extrañísima. Traducida textualmente la nota de Charles Fort dice la siguiente: “A las 5 de la tarde el cielo estaba apacible sobre la ciudad de Londres. De pronto sin previo aviso, comenzó a soplar un fuerte vendaval que hizo volar a toldos y sombreros. El sol se apagó y una oscuridad densa se desplomó sobre la ciudad. Apenas se podía ver a dos pasos. A partir de ese momento comenzó a caer desde la alto un copioso chubasco de agua y peces. Durante casi 1 hora cayeron miles y miles de pequeños peces de una 15 cm de largo, de color plateado y grandes aletas. Examinados por los expertos no pudieron ser reconocidos. Se enviaron muestras a todas las Universidades de Inglaterra y ninguna pudo decir de que especie eran esos peces. Finalmente, una comunicación llegada desde el Cairo y firmada por el decano de la facultad de ciencias naturales de esa ciudad informó que esos peces correspondían a una especie de agua dulce que prolifera en el mar de Galilea. No se pudo explicar cómo habían caído sobre Londres esos peces que los palestinos llaman Pez de San Pedro”.
En agosto de 1894 , miles de medusas , grandes como un chelín , fueron señaladas sobre la ciudad de Bath, en Inglaterra. En el mismo momento no lejos de ahí, en Wigan, cayó una lluvia de pequeñas ranitas.
En una nota tomada de Comptes Rendus, Fort anota que la “sustancia negra caída en Entre Ríos, Argentina, el 30 de junio de 1880 recuerda a ciertas formas de lignito”. Es de color negro verdusco , similar a otras que se precipitaron en Francia (1868), Australia (1861), India (1867) y Portugal (1902).
Tras la muerte de Charles Fort las lluvias acontecidas fueron más insólitas que las que describió:
Chaparrones de tela de araña mojando pueblos y ciudades, están desconcertando a meteorólogos del mundo entero, que no obtienen explicación a tan inusual y original fenómeno.
La caída más frecuente es la de trozos de hielo, que en algunas ocasiones pesan 45 kg. A estos le siguen las de ranas, peces y cangrejos, que parecen preferir ambientes fríos como los del norte de Gran Bretaña para caer.
Cabe señalar un suceso muy raro ocurrido un atardecer de verano de 1969: los ventanales de una hostería de los Alpes alemanes próxima a Oberstdorf fueron literalmente destrozados por una lluvia de monedas antiguas, en especial rupias, maravedíes y piastras. El violento chaparrón paleomonetario se repitió a la mañana siguiente, y atrajo a numerosos curiosos a la zona. La policía destacó en el lugar a 4 patrulleros y una unidad de perros especializados que rastrearon la zona sin encontrar pista alguna sobre el extraño ataque.
Los dueños del establecimiento declararon que durante las 2 precipitaciones de monedas se oyeron voces en lenguas extrañas, que algunos huéspedes interpretaron como griego antiguo y otros como sánscrito.
R. P. Greg, uno de los catalogadores mas notables de fenómenos meteóricos, reporta caídas de sustancias viscosas en 1652, 1686, 1718, 1796, 1811, 1819, 1844. Da datos más antiguos, pero yo tambien practico la exclusión. En el Report of the British Association, señala incluso el paso de un meteoro muy cerca del suelo entre Barsdorf y Friburgo. en Alemania. Al día siguiente se encontró sobre la nieve una masa enorme de gelatina. No era ni la estación de la freza, ni la del nostoc. «Curioso, si es exacto», como dice él. Pero relata, sin modificarla, la caída de un meteoro en Gotha, Alemania, el 6 de setiembre de 1835, «dejando en el suelo una gran masa de gelatina» y aterrizando apenas a un metro de un observador. En otro artículo del Report, según una carta de Greg al profesor Baden Powell, el 8 de octubre de 1844 por la noche, cerca de Coblenza, uno de sus amigos alemanes vio caer al suelo un cuerpo luminoso cerca de él y de otra persona. A la mañana siguiente, encontraron en aquel lugar una masa gelatinosa de color gris.
Según Chladini, una masa viscosa cayó con un meteorito luminoso entre Siena y Poma, en mayo de 1652; otra, después de la caída de una bola de fuego en Lusatia en marzo de 1796; una sustancia gelatinosa, después de la explosión de un meteorito, cerca de Heidelberg, en julio de 1811. En el artículo citado en la nota, se describe la sustancia de Lusatia como poseyendo «el color y el olor del barniz negro desecado». En el American Journal of Science se dice que una materia gelatinosa surgió con un globo de fuego sobre la isla de Lethy, en la India, en 1718.
En la misma revista, en varias observaciones sobre los meteoros de noviembre de 1833, se mencionan caídas de sustancias gelatinosas: «Bloques de gelatina blanca», parecida a clara de huevo coagulada, fueron hallados en el suelo en Pahway, New Jersey. A. H. Garland, de Nelson Country, Virginia, encontró una sustancia gelatinosa que tenía la circunferencia de una pieza de 25 centavos. Una mujer de West Point encontró una masa grande como una taza de té y parecida al almidón hervido.
En 1829, Persia vio caer una sustancia que nadie conocía. Los persas no tenían la menor noción de lo que era, pero comprobaron que las ovejas podían comerla y así lo hacían. Resolvieron molerla en harina, e hicieron con ella un pan del oue se dijo que era comestible, aunque insípido.
Si hay pocas sustancias que hayan caído al suelo y si la superficie terrestre abunda en sustancias arrancables por una tromba, dos caídas de papel parecerían notables. Un articulista señala, en la Edinburgh Review (8 a), que en Carolath, Silesia, en 1839, cayeron sesenta metros cuadrados de fieltro, con los cuales se podrían haber confeccionado vestidos. El dios del Examen Microscópico decidió que se componía esencialmente de coníferas. Finalmente, otro artículo (8 b) señala que, el 16 de marzo de 1846, en la época de la caída de sustancia comestible en Asia Menor, un polvo aceitunado se abatió sobre Shanghai. Se descubrió al microscopio que se trataba de una masa de pelos negros y blancos, estos últimos más densos. Se creyó que se trataba de fibras minerales, pero, en la combustión, desprendieron «el olor y el humo amoniacales de los pelos y las plumas carbonizados». Otros exámenes revelaron que dichas fibras, caídas en forma de una nube de un millón de hectáreas, mezcladas con arena y álcali, estaban formadas principalmente de coníferas.
En All the Year Round, se describe el siguiente hecho: el 21 de setiembre de 1741, en Inglaterra, en el espacio triangular incluido entre los pueblos de Bradly, Selborne y Alresfort, se desplomaron «telas de araña» bajo la forma de «copos o jirones de tres por quince centímetros», relativamente pesados, que cayeron «a toda velocidad» y en gran cantidad, puesto que el lado más pequeño del triangulo mide doce kilómetros. En un artículo aparecido en otro lugar, se añade que el chaparron se produjo en dos tiempos, con un intervalo de varias horas (este dato nos es familiar), y que la segunda caída duró desde las nueve de la mañana hasta el anochecer.
Hilos de araña» caídos en octubre de 1881 en Milwaukee, Wisconsin, y después en Groen Bay, Vesburge, Fort Howard, Sheboygan y Ozaukee. De ellos se ha escrito que eran «muy blancos y de fuerte textura». «Lo más curioso», escribe el cronista, «es que no se señala en ningún caso la presencia de arañas». De donde surge nuestra tentativa de separar un posible producto exterior de su amalgama terrestre, y después nuestra alegría de prospectar cara al descubrimiento. El 21 de noviembre de 1898, numerosos bloques de sustancia, muy parecida a la tela de araña. cayeron en Montgomery, Alabama, en hilos y jirones de hasta diez centímetros cuadrados. Según el observador, no se trataba de tela de araña, sino más bien de una especie de amianto fosforescente.
En Montussan, en la Gironda, el 16 de octubre de 1883, un observador vio surgir una espesa nube, formada por una sustancia algodonosa que cayó al suelo en bloques gruesos como el puño. M. Tissandier, que informa de este testimonio, añade que dicha sustancia blanca y fibrosa parecía haber ardido.
En marzo de 1832, una sustancia amarilla y combustible caía en Kourianof, Rusia, sobre ciento cuarenta a ciento cincuenta mil hectáreas y con diez centímetros de espesor. Se tendía a identificar esta materia amarilla y resinosa como polen de pino, pero al romperla se le encontró la resistencia del algodon y sumergiéndola en el agua, la de la resina. Una resina de cobr ambarino elástica como el caucho y que olía como esencia de cera.
En cuanto a las cantidades de sustancias vegetales, demasiado vastas para sugerir cargamentos perdidos, recordemos que en Perpignan, el 1º de mayo de 1883, y en varios puntos de la costa mediterránea, cayó, según el Intellectual Observer, una mezcla de arena fina y de «harina roja», y que en Siena, Italia, en mayo de 1830, cayó una materia vegetal roja. Alguien debería registrar todos los fenómenos de caída localizados en Siena: son incalculables. Finalmente, el 16 de febrero de 1901, en Pawpaw, Michigan, la Monthly Weather Review, cita que, durante un día de calma chicha en que se vio inmovilizarse incluso a los molinos de viento, cayó un polvo amarronado de materia vegetal.
Chemical News: Donde el doctor A. T. Machattie, F.G.S., escribe que en London, Ontario, el 24 de febrero de 1868, en medio de una violenta tormenta, cayó una subtancia de color oscuro, en cantidad estimada en quinientas toneladas y sobre una extensión de unos cien por veinte kilómetros. Fue examinada al microscopio por el doctor Machattie, quien estableció que se trataba de sustancia vegetal «en avanzado estado de descomposición». La sustancia fue examinada también por el doctor James Adams, de Glasgow, que expresó su opinión de que se trataba de restos de cereales. El doctor Machattie señaló que el suelo de aquella región del Canadá había permanecido helado por varios meses antes de la caída, lo cual hacía suponer que el origen de la sustancia fuera remoto. El doctor Machattie creía que su origen se hallaba en el sur. «No obstante -dijo-, todo esto es mera conjetura.»
Amer. Journal of Science: El 24 de marzo de 1840, durante una violenta tempestad, cayó una respetable cantidad de cereales en Raikit, en la India. La caída fue informada por el Coronel Sykes, de la Asociación Británica. Los nativos se mostraron muy excitados, ya que se trataba de un cereal desconocido para ellos. Usualmente, tales hechos y sus pruebas son llevadas inmediatamente a un científico, que suele conocer las cosas mucho mejor que los nativos. Sin embargo, en esta ocasión no ocurrió así: «El cereal fue sometido a algunos botanicos que no lo reconocieron inmediatamente, sino que nombraron varias especies, distintas de unos a otros.»
Otro dato: el extraordinario año de 1883.
Según una traducción de un periódico turco, publicada por el London Times, cayeron en Scutari, en Turquía, el 2 de diciembre, copos o partículas de una sustancia blanca como nieve, «pero de sabor salado y soluble en el agua».
Miscelánea: «Una materia negra y capilar», el 6 de noviembre de 1857 en Charleston, Carolina del Sur . «Pequeños bloques quebradizos y vesiculares, grandes como guisantes o avellanas», en Lobau, el 18 de enero de 1835. «Una esoecie de salitre cristalizado, de sabor azucarado, caído en plena tormenta» en Peshawar, India, en Junio de 1893.
En Darmstadt, el 7 de lunio de 1846, Greg informa de una caída de «escorias de hierro ordinarias» .
En 1885, se encontró una gran piedra en el interior de un árbol, en Battersea Fields.
A veces se encuentran balas de cañón incrustadas en los árboles. Esto no provoca ninguna discusión: parece extravagante que alguien quiera agujerear el tronco de un árbol para ocultar en él una bala de cañón. Lo mismo ocurre con la piedra de Battersea. ¿Qué se podría decir de la misma sino que cayó a toda velocidad y que se incrustó en el interior de un árbol? Sin embargo, la discusión fue considerable. Porque en el pie del árbol, como desprendidas de la piedra, se encontraron fragmentos de escorias férricas.
Un periódico de Kimberley (citado por Nature, 10 de enero de 1884) anunciaba que, a finales de noviembre de 1883, un chaparrón de materia cenicienta cayó sobre Queenstown, en Africa del Sur, bajo la forma de bolas minúsculas, blandas y pulposas, pero susceptibles, una vez secadas, de convertirse en polvo al menor contacto. Sería usualmente absurdo atribuir esta sustancia al Krakatoa y, sin embargo, la lluvia fue acompañada por fuertes detonaciones.
sustancia que se precipitó el 24 de abril de 1887 en el departamento del Orne, en Francia. Y cerca de Allport, en Inglaterra, en 1827, «una especie de carbón de madera», expandiendo una viva luz, se abatió con gran ruido en un campo, si hay que creer el informe del doctor Angus Smith aparecido en las Lit. and Phil. Soc. of Mancester Memoirs, enteramente basado, como la casi totalidad de los Principios de Lyell y del Origen de las especies de Darwin, sobre testimonios orales. Esta materia anormalmente pesada, como si contuviera hierro, estaba «mezclada con una pizca de azufre». Se aleja totalmente, dice el profesor Baden-Powell, de las materias meteóricas corrientes.
Y Greg, aun calificándola de «sustancia dudosa» en su catálogo, la asimila de un modo definitivo partículas de azufre y piritas de hierro incrustadas en carbón de madera, mientras que el doctor Smith le atribuye un contenido en carbón de un 43’59 %. Pero la noción de caída de carbón permanece inseparable de los datos de sustancias resinosas y bituminosas.
Sustancias resinosas en Kaba, Hungría, el 15 de abril de 1887, y en Neuhaus, Bohemia, el 17 de diciembre de 1824. En Luchon, el 28 de julio de 1885, una sustancia negruzca, quebradiza y carbonosa cae durante una tormenta. Quemada, desprende un olor a resina. En Génova, una sustancia resinosa, caída del 17 al 19 de febrero de 1841, es definida por Arago como bituminosa y arenosa. Caída en julio de 1681, cerca del Cabo Cod, sobre el puente de un navío inglés, el Albemarle, de una materia «ardiente y bituminosa». Lockyer señala que una sustancia caída en el Cabo de Buena Esperanza el 13 de octubre de 1838, a razón de dos metros cúbicos, era blanda, desmenuzable con un cuchillo, y «dejó, después del examen, un residuo de olor bituminoso». La misma consistencia fue descrita por otro lado como «pareciéndose más que cualquier otra cosa a un pedazo de antracita».
Según M. Daubrée, la sustancia caída en la República Argentina, en la provincia de Entre Ríos, el 30 de junio de 1880, recordaba «ciertas formas de lignito». Una materia caída en Grazac, Francia, el 10 de agosto de 1885, desprendía en la combustión un olor bituminoso. El doctor Walter Flight enumeró también la sustancia de Alais, Francia, el 15 de marzo de 1806, examinada por Berzelius, las de Cranbourne. Australia, en 1861, Montauban, Francia, el 14 de mayo de 1864 (veinte masas, algunas de ellas grandes como una mano humana, de una sustancia «parecida a un descolorido lignito terroso»), de Goalpara, India, en 1867 (cerca dei 8% de hidrocarburo), de Ornans, Francia, el 11 de julio de 1868, con un componente orgánico combustible. de Hessle, Suecia, el 1º de enero de 1860.
¿Y qué decir de los «gusanos de nieve»? En Proc. Acad. Nat. Sci. of Philadelphia, se describen gusanos amarillos y negros hallados en los glaciares de Alaska, donde no hay forma alguna de vida a escala de los insectos y no existe ninguna base de vegetación, salvo los organismos microscópicos. Caídas de gusanos negros en Bramford Speke, Devonshire en Christiania, Noruega, durante el invierno de 1876 donde no podían salir del suelo que, en aquella epoca, estaba helado; insectos negros en 1827, durante una nevada en Pakroff, Rusia; caída, en una nevada, de multitud de pequeños insectos negros en Orenburg, Rusia, el 14 de diciembre de 1830 ; un gran número de gusanos en medio de una tormenta de nieve en Sangerfield, New York, el 18 de noviembre de 1850.
Grandes gusanos en Utica, en el estado de Nueva York. Según el Scientific American, fueron enviados al Departamento de Agricultura de Washington, en donde se los separó en dos especies diferentes: larvas de lombrices y de escarabajos. Larvas de escarabajo en Mortagne, Francia, en mayo de 1858, inanimadas por el frío. Flammarion, en The Atmosphere, p. 414, habla de una lluvia de larvas en la Alta Saboya, el 30 de junio de 1869, durante una tempestad de nieve: «No podían haber hecho eclosión en la región, en donde, los días precedentes, la temperatura había sido extremadamente baja». En enero de 1890, caída en Suiza de un número tan enorme de larvas que verdaderas nubes de pájaros fueron atraídos hacia el lugar. Unas eran negras, otras amarillas y tres veces más grandes. Lo cual excluye la selección por gravedad específica, propia de todos los torbellinos.
En el London Times se informa que un objeto redondo y metálico fue hallado el 17 de agosto de 1887 en un jardín de Brixton, «después de una violenta tormenta». Fue analizado por un químico, J. James Morgan, de Ebben Vale, que no logró identificarlo como verdadera materia meteorítica. Fuera o no fuera un producto de fabricación, el objeto fue descrito como sigue: una esfera elipsoide aplanada en los polos, de cinco centímetros de espesor en su mayor diámetro. Calificándola de «fragmento», Symons le retiró, sin embargo, todo carácter de simetría, prestándole una naturaleza amorfa y alejándola así del dato siguiente: descubrimiento en un montón de estiércol de una bola de metal después de una tormenta, en Sussex. Esta vez, mister Symons razonó que una bola de metal hundida en una masa de estiércol bien puede atraer al rayo y persuadir de su caída a una inteligencia de nivel inculto. Lo cual supondría que, de todos modos, los campesinos conocen tan mal sus propios montones de heno como el señor Symons su mesa de trabajo.
En Casterton, Westmoreland, un hombre, su mujer y sus tres hijas vieron caer del cielo una piedra durante una tormenta, matar a una oveja y enterrarse profundamente en el suelo. Después de haber cavado, desenterraron una bola de piedra que fue exhibida en la Real Sociedad de Meteorología bajo la mención de «bloque de gres». C. Carus-Wilson la describe como una esfera de cuarcita ferruginosa de un peso de algo más de cinco kilogramos, que poseía no sólo un elemento de simrtría, sino también un elemento de estructura, puesto que había una cáscara exterior seporada del núcleo central, sin duda debido al desigual enfriamiento de la masa.
Encuanto a W. B. Tripp, de la Real Sociedad de Meteorología, señala el caso de un granjero que, durante una tormenta, vio su campo labrado ante él por un objeto luminoso., Desenterró un hacha de bronce. Estimo que una expedición al Polo Norte hubiera sido menos urgente que una delegacion científica perdiendo un verano en estudiar los hechos en el lugar del incidente.
En la vivienda de Mr. Charton, en Sutton Courthouse, Sutton Lane, Chiswick, varias ventanas fueron destrozadas «por algún agente misterioso». No se logró encontrar jamás al culpable. El edificio estaba aislado de toda vecindad y rodeado de elevados muros. Fue llamada la policía. Dos constables, asistidos por varios inquilinos, montaron guardia, sin impedir que los vidrios continuaran rompiéndose «delante y detrás de la casa a la vez».
Algunas islas flotantes se estacionan a menudo en el Supermar de los Sargazos, siendo, a veces, afectadas por perturbaciones atmosféricas que provocan la caída de diferentes objetos en determinadas zonas terrestres. Sostengo que de las playas que jalonan las islas flotantes del Supermar de los Sargazos caen algunas veces guijarros.
En Wolverhampton, Inglaterra, en el mes de junio de 1860, después de una violenta tormenta, cayeron tal cantidad de pequeños guijarros que fue preciso retirarlos con palas. Un gran número de pequeñas piedras negras cayeron en Birmingham, Inglaterra, en agosto de 1858, en una tormenta: se dijo que eran similares a algunos basaltos existentes a varios kilómetros de Birmingham de iguales caracteristicas. Guijarros como «pulidos por el contacto con el agua» cayeron en Palestine, Texas, el 6 de julio de 1888; pertenecían a «una formación inusitada en Palestine». Bolas redondas y lisas en Handahor en 1834. «Un gran número de piedras de forma y aspecto desconocidos en tales regiones en Hillsboro, Illinosis, el 18 de mayo de 1883, en el curso de un tornado».
Guijarros de las playas aéreas y guijarros terrestres, producidos por los torbellinos, se confunden en estos casos hasta tal punto que parece necesario separarse del punto de unión: han caído guijarros que ningún torbellino conocido podría explicar, otros encerrados en piedras de granizo tan voluminosas que parece imposible que hayan podido formarse en la atmósfera terrestre, otros finalmente que se abatieron, a largos intervalos, en el mismo lugar. En setiembre de 1898, un periódico neoyorquino anunciaba que un árbol había sido herido por un relámpago o una apariencia luminosa en Jamaica. Cerca del árbol se encontraron menudos guijarros, cuya impertinencia en relación con la ortodoxia llegó hasta tal punto que eran «lisos y pulidos como por el agua», no fragmentos angulosos como se desprenden de los meteoritos.
Un observador del Servicio de Señales de Bismarck, Dakota, relata que, a las nueve de la noche del 22 de mayo de 1884, varios ruidos secos crepitaron a través del pueblo, causados por la caída de gran número de piedras de sílex golpeando contra los cristales. Quince horas más tarde, otra caída completamente idéntica se producía en el mismo pueblo.
He aquí un suceso realmente singular del cual nadie ha sabido dar una explicación satisfactoria, a pesar de que los hombres de ciencia lo han intentado a toda costa.
El suceso se ha repetido muchas veces a lo largo de la historia, aunque sólo analizaremos uno de ellos.
En un día claro de 1896, la región de Baton Rouge, en Luisiana, Estados Unidos, cayó una lluvia torrencial de pájaros muertos, sin que nadie encontrara la razón de semejante cosa.
Los habitantes de la zona dijeron haber encontrado todo tipo de aves, entre los que se encontraban zorzales, picos-verdes, urracas e incluso patos salvajes.
Lo más curioso del asunto, es que también había canarios domésticos y pájaros que los lugareños nunca antes habían visto.

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